El Gran Buda de Leshan

Nuestro viaje por China seguía de manera paralela al año nuevo y sus majestuosas aglomeraciones. Para llegar a Leshan desde Xi’an había que tomar dos trenes bala, el primero de 4 horas a Chengdu y luego conectar a otro que finalmente nos dejaba en la casa del gran Buda, Leshan.

Desafortunadamente cuando buscamos el primer trayecto, los lugares sentados en el tren bala estaban completos, así que tuvimos que comprar un viaje «de pie». No todo eran malas noticias, ya que ese trayecto de tren bala acababa de abrir hace un mes ahorrando unas ocho horas de viaje. Así que no nos quejamos y estábamos expectantes del viaje, lo vimos como un extra en nuestro anecdotario.

Para nuestra sorpresa el viaje no fue tan malo cómo podría ser, porque ya habíamos dejado volar nuestras imaginaciones y no. Solamente venden unos 6 boletos extra por vagón con características «de pie» y bueno, básicamente te las tienes que arreglar todo el trayecto. Nosotros encontramos una esquinita para sentarnos en el piso, donde nos pusimos a ver Netflix y el viaje se pasó volando.

Llegamos a Chengdu y tomamos sin contratiempos nuestro segundo tren, para estar en Leshan a eso de las 5:30 de la tarde.

Al llegar a la estación de trenes caímos en cuenta que no habíamos buscado cómo llegar a nuestro hotel, pero como Buda es grande (de unos 70 metros), encontramos la única red de datos libre en todo China y buscamos en Google maps, que nos marcaba una hora y media en ruta de autobús, pero el Maps de Apple (que por primera vez en su historia sirvió para algo) nos sugirió una ruta distinta y en media hora ya estábamos haciendo Check in.

Mentiría si digo que toda la vida había esperado por ver al gran Buda de Leshan, pero desde que me enteré de su existencia me hacía cosquillas la idea de verlo y estábamos a una noche de emprender nuestra aventura para el parque que le da hogar, a unos 30 minutos desde nuestro hotel.

Salimos a dar la vuelta de reconocimiento y a buscar cena en la noche y descubrimos que nuestro barrio era bastante colorido, tenía un mercado de comida y estaba a un par de calles del río. Nos acercamos a la orilla del río y nos atacó un espectáculo visual que nunca había visto en ninguna otra parte del mundo. Toda la montaña que teníamos cruzando el río estaba iluminada con lámparas LED que iban cambiando de colores, la orilla del río igualmente estaba iluminada y el puente para cruzar era más impresionante aún.

El colorido de Leshan nos hipnotizó y nos abrió el apetito, mismo que saciamos comiendo «nosequé» en el mercado, no ahondaré demasiado en que fue lo que nos metimos a la boca, pero no estaba tan mal y tomando en cuenta que una de las opciones eran unos insectos que parecían el hijo diabólico de una cucaracha y un alacrán, creo que salimos bastante bien librados.

El Buda de piedra más grande del mundo.

La leyenda dice que aquel lugar donde confluyen el río Min, el Qingyi y el río Dado tenía una corriente tan salvaje que muchas embarcaciones se hundían en su paso, por lo que un monje llamado Haitong decidió que la mejor manera de proteger a los pescadores y al pueblo era construir en medio e la montaña un enorme Buda que sirviera para tranquilizar el caudal del río, por lo que realizó una peregrinación para reunir fondos para comenzar la construcción. Finalmente alrededor del año 713 se puso en marcha, pero como en todo proyecto de estas dimensiones la cosa poco a poco se fue saliendo de control, el Buda era demasiado grande y los costos asociados muy altos, por lo que, a años de haber comenzado la construcción, el gobernador lleno de avaricia intentó hacerse con los fondos de Haitong. En un tinte dramático de la historia de esos que se convierten en leyenda, el monje decidió sacarse él mismo los ojos para indicar al gobierno que no sucumbiría a la corrupción y prefería perder los ojos antes que detener su obra, el gobernador, viendo lo extremo de la situación no insistió en intervenir los fondos. Aunque Hailong no llegó a ver finalizado a Buda porque se terminaron sus fondos, después de su muerte sus discípulos continuaron con su legado, cuando finalmente la obra concluyó no volvieron a hundirse barcos, parecería que el gran Buda cumplió su cometido, algunos piensan que la gran cantidad de piedra que se depositó en el río debido a la construcción sirvió para disminuir el flujo del agua y a su vez decrementar su velocidad, otros, como yo, pensamos que es una bonita leyenda. El Buda es una representación de Maitreya, quien se supone será el sucesor de Siddhartha y llegará en el futuro ayudando a que la humanidad abandone sus dudas y tenga abundante alegría.

Volviendo a la tierra, estábamos buscando como llegar al Monte Emei.

En todas las paradas de autobús de la ciudad se encuentra un mapa con las rutas públicas, esto nos sirvió para saber por dónde pasaba el transporte que necesitábamos para ir a la entrada al parque, caminamos unos metros y el autobús 3 y el 13 eran nuestras opciones más fáciles, ya que ambos nos dejaban en la puerta este del recinto. Un camino de poco más de 20 minutos nos llevó al parque.

Gente, más gente y perseverancia

Al llegar vimos una fila segmentada para recorrer el Buda. Me refiero a tres grandes aglomeraciones que eran tan largas que militares tenían que acordonar y controlar el paso. Haciéndonos a la idea de que eso nos iba a llevar demasiado tiempo comenzamos por recorrer los templos y pagodas que están en lo alto del monte antes de comenzar el descenso que hace un camino al lado Buda.

Todos los templos y edificios que formaban parte del complejo eran muy bonitos, pero no habíamos venido a eso, era tiempo de enfrentar la gran fila y mirar de frente a Buda.

El precio de alcanzar la iluminación.

Para los Budistas, hinduístas y muchas religiones autóctonas asiáticas el camino a la iluminación es la meditación, para las religiones judio/cristianas la oración te dará salvación, para nosotros fue la perseverancia en la fila más grande de todos los tiempos lo que nos otorgó un vistazo a una maravilla humana.

Las entradas al parque te acercan a la cabeza de Buda, desde donde tienes que descender si es que quieres ponerte de frente, las filas con vallas contenedoras no son una línea, sino una masa de gente comprimida.

Tomamos nuestra foto antes de colocarnos en la fila inocentes del tiempo que pasaríamos rodeados de turismo chino. A lo lejos pude ver un occidental rubio y un grupo de cuatro italianas que sirvieron como referencia de cuánto íbamos avanzando.

Cada aproximadamente 20 minutos los militares iban dejando pasar grupos a la parte de las escaleras de descenso y con esto el mar de gente iba avanzando hacia la entrada. Yo tomaba la distancia que avanzaban las italianas comparándola con su punto inicial e íbamos haciendo aproximaciones de cuánto tardaríamos en total. Después de la primera media hora yo estaba calculando dos horas y media para comenzar el descenso.

Después de llevar dos horas en la fila nos encontramos con la buena noticia de que algunos emprendedores se pusieron a vender comida y felizmente llenamos nuestra panza. Nuestro ánimo llegó a las nubes cuando a las dos horas cincuenta las italianas comenzaron su descenso, eso quería decir que a nosotros nos faltaba poco menos de media hora.

Para nuestra sorpresa diez minutos después vimos a las chicas italianas regresando, después de haber estado tres horas formadas decidieron no bajar al atrio. En medio de nuestra conversación al respecto, la fila comenzó a moverse y por fin era nuestro turno, al llegar a la escalera entendimos porque las chicas se habían regresado, pero nosotros no habíamos llegado tan lejos como para abandonar, si algo aprendí de la historia del monje Haitong es que para lograr tu objetivo tienes que hacer lo necesario, así que perseverancia…

Hasta este punto llevábamos aproximadamente tres horas y media desde que nos «formamos» y la fila avanzaba lentisimo, pero China nos ha enseñado que en los sitios turísticos las peores aglomeraciones son en el primer lugar donde la gente puede tomar fotos. Una vez pasado el primer espacio mirador, la fila avanzaba increíblemente rápido. A partir de este punto, nos tomó unos 15 minutos colocarnos enfrente de Maitreya y sí, era impresionante, había valido la pena la inversión de tiempo.

Estuvimos unos veinte minutos en la explanada, el mirar hacia arriba y ver 71 metros de Buda es algo que no se puede comparar con nada, ahora que ya lo viví puedo decir que volvería a pasar por lo mismo si fuera necesario.

Nuestro ánimo no decayó en lo absoluto, siempre sabíamos a lo que íbamos y la recompensa fue simplemente espectacular. Buda mira la unión de tres ríos con su expresión de paz, tranquilizando las aguas y tranquilizando a estos dos viajeros que han aprendido a buscar lecciones debajo de las piedras, y han aprendido a disfrutar tanto los destinos como los caminos, ahora sabemos rodar y rodar…

Chris

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