Kioto, tres días para vaciar la mente. Parte 2

A la siguiente mañana nos encaminamos a un Free tour de la ciudad que encontramos en internet.

Para aquellos viajeros el término puede serles familiar. La primera vez que hicimos un Free tour fue en Bruselas, básicamente es un guía que te lleva a lugares de interés y te cuenta lo que hay que saber de esos sitios. Los guías no tienen sueldo, así que, ganan de las propinas que la gente les da en caso de haber disfrutado el tour.

El punto de reunión era en el barrio de Gion a poco más de tres kilómetros del lugar donde nos estábamos alojando, así que caminamos al lugar para conocer un poco los barrios no turísticos de Kyoto que nos quedaban de camino. Para mí sorpresa, casi todo lo que vimos era igualmente hermoso a los barrios que habíamos visitado un día antes. En el camino vimos varios templos budistas y santuarios sintoístas de diferentes tamaños, me asombró la cantidad de lugares santos que había en la ciudad.

El tiempo pasa rápido cuando estás disfrutando, nuestra caminata llegó a su fin cuando vimos el reloj y teníamos que dirigirnos al punto de encuentro del tour guiado.

Nos encontramos en la estatua de Izumo No Okuni. Al comenzar, el guía (un ejemplo de globalización a continuación) ucraniano, pero enraizado en Kyoto desde hace doce años, nos explicó en inglés a una audiencia compuesta por chilenos, uruguayos, españoles, alemanes, australianos, ingleses y por supuesto dos chilangos, que aquella mujer inmortalizada en piedra fue nada más y nada menos que la creadora del teatro Kabuki, mismo cuyas actrices resultaron tan indecentes para la moral japonesa de su época, que fueron sustituidas por hombres, que hasta la fecha son los encargados de llevar a cabo las puestas en escena; y aún ahora, no es permitido que haya mujeres actrices en el teatro Kabuki.

Durante el recorrido, que duró poco más de dos horas aprendimos muchísimo de la religión y tradiciones japonesas y al mismo tiempo vimos los lugares emblemáticos de la zona.

Geishas.

Nos explicó el proceso de formación que tienen que pasar las Geishas. Para comenzar, como en Japón el nivel de escolaridad obligatorio es la educación media, las chicas comienzan su instrucción alrededor de los quince años, sin embargo, en épocas pasadas el periodo de formación o nenki comenzaba desde los seis años. Deben estudiar danza, música, ceremonias tradicionales como la del té, además de ser buenas conversadoras, dado que, básicamente su función es entretener. Durante su primer periodo deben estar como aprendices y son llamadas Maiko (mujer de baile). Durante seis años no reciben sueldo y viven en un Okiya (cuya dueña se queda las entradas que produce la Maiko), no pueden tener novio y sus peinados son realizados una vez por semana, como no deben arruinarlos duermen sin tocarlo y con un protector para el pelo, algo que aparentemente es muy incómodo. Una vez que pasa su periodo de aprendizaje se vuelven Geiko (mujer de arte) y pueden independizarse de su Okiya si así lo desean y ganar dinero por su cuenta y lo mejor, usar peluca y dormir plácidamente.

Durante el día no es difícil ver alguna en la calle, pero por la noche es muy complicado verlas maquilladas y hay muchos turistas jugando cacería de Geishas, lo cual debe ser muy molesto para ellas, así que cuando estén por esos barrios sean considerados.

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Religión.

Nuestro guía comenzó con un dicho típico de Japón.

Un japonés nace sintoista y muere budista.

Nos comentó que toda la vida inicial de un japonés normalmente se rige por costumbres y ceremonias ligadas al sintoísmo, pero al final de sus días todos abrazan la muerte con ritos funerarios budistas.

Como viajaremos por países principalmente budistas, vamos a centrarnos en el shinto.

El sintoísmo cree que en la naturaleza existen divinidades llamadas kami (como kami-sama de Dragon ball, ¡que emoción!) que están ligadas a prácticamente cualquier cosa, se refieren a su religión como Yaoyorozu-nokami, que significa literalmente «ocho millones de dioses». Ellos deben vivir en armonía con esos kami para poder recibir sus bendiciones (Algo que me recordó mucho al hinduísmo). Su principal símbolo es el Torii que delimita los lugares sagrados de los profanos e impide el paso de malos espíritus y lo pueden encontrar en cualquier santuario shinto.

Pero no todo fue aprendizaje y clases de historia. Durante el tour pudimos ver el templo Tō-ji que tiene la pagoda más alta de Kyoto y también visitar el Totoro más alto de Kyoto… Igualmente impresionantes.

Dejamos atrás a nuestro guía para dirigirnos a una experiencia nueva. Sandy encontró un lugar para observar la ceremonia del té.

Ceremonia del té.

Camellia’s tea House.

Llegamos a un lugar a pocos metros de donde nuestro tour había terminado dispuestos a presenciar la ceremonia del té. Mi ignorancia de la cultura japonesa nuevamente tenía mis sentidos muy atentos. No sabía que esperar, así que estaba ansioso por entrar.

Una casita en medio de un barrio residencial abre sus puertas para los turistas, que, como nosotros quieren sumergirse en un poco de las tradiciones japonesas. Después de esperar unos minutos en su recibidor, nos hacen pasar a la pequeña sala donde se realizará la ceremonia. Nuevamente uso mis súper poderes para ponerme en flor de loto y abro mis sentidos para poner toda la atención posible.

Nuestra anfitriona y directora de la ceremonia se presenta y nos explica la razón de esta tradición. Vaciar la mente y relajarse. Los pasos de la ceremonia son cuidadosos, extremadamente calculados, absolutamente todo lo que vés está realizado a propósito, incluso su voz es tranquilizante. Nuestra anfitriona lleva quince años estudiando y no tiene intención de detenerse.

Nos dice que la vida cotidiana es demasiado rápida y está ceremonia es para vivir ahora. Nos invita a detener nuestra mente, vaciarla y presentarnos con la habitación, no pensar, solo estar.

Pocas veces nos detenemos a ser conscientes de nuestra propia existencia y que los japoneses tengan una ceremonia que puede durar 4 horas completamente pensada para ello me emocionó muchísimo.

Salimos de la ceremonia de té felices y un poco más conscientes de nuestra realidad.

Caminamos hacia el templo Kijomizu que también estaba por la zona y el atardecer nos cayó encima. Después de la transcendental experiencia del té, este atardecer me abrazó y no quería dejarme ir.

El día terminaba dándome una lección nuevamente. Para vivir el hoy a veces solo tienes que mirar el cielo y dejarte estar.

Continuará…

Chris

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